
En la mañana del quinto día, nos despedimos de Tokio, recordando cuántas alegrías nos había dado. Sus tiendas fueron, sin duda, las más completas de todas, y salvo algunas bestias intocables de Super Famicom, no vi precios tan exageradamente caros como se cuenta en algunos reportajes, ni una diferencia tan abismal, en este sentido, con las tiendas de Kioto y Osaka. Algunos cientos de yenes, pero nada tan radical como esperaba. Seguramente hablo desde el desconocimiento, porque ciñéndonos al limitado tiempo disponible, solo pudimos visitar establecimientos del centro, así que toda la periferia de las ciudades quedó fuera de nuestro alcance. Y posiblemente sea en esos sitios donde realmente se pueden encontrar esos grandes chollos de los que todo el mundo habla. También hay que apuntar que el factor que más tienen en cuenta ellos, a la hora de valorar los juegos, es su estado de conservación, aparte, combinándolo con su rareza y precio de mercado. En la mayoría de ocasiones, un pequeño deterioro comporta una suculenta bajada de precio. Pero en otras… sencillamente no hay explicación lógica. Lo que sí decreció bastante respecto a la capital fue la oferta, siendo difícil encontrar tiendas tan grandes y pobladas.
Día 5 (08/02/2025)
Tomando el Shinkansen, llegamos a la hermosa Kioto, y nos la encontramos con nieve, algo que, según nos dijeron, era poco habitual en esas fechas. Otro golpe de suerte, podríamos decir. Fuimos directos al hotel para descansar unos minutos, y volvimos a poner en ON el modo friky. El de hoy fue un día algo más relajado, y un poco menos intenso que los demás. Aun así, tenía grandes expectativas de Kioto. Lo primero, fuimos a dar un buen repaso a unas cuantas filas de gachapones que nos encontramos. El número de estos nos dejó descolocados, pero ah, si llegamos a saber lo que encontraríamos más adelante, ni nos habríamos inmutado. Alguna compra compulsiva era necesaria. Entramos a varias tiendas con cantidad de artículos de anime y manga, máquinas de ganchos, e incluso alguna que otra recreativa. En cuanto a tiendas, solamente entramos a un
Book Off, con pocas pretensiones, que se quedaron en cero. Poquísimo de Super Famicom, y menos aún completo, mucho cartucho suelto y en general, precios que no merecían la pena. Otro bajón con esta franquicia. Ya al caer la noche, nos reunimos con nuestro guía, Calvin, que nos acompañó e ilustró en nuestro paseo por Gion, uno de los barrios de Geishas más célebres y turísticos de Japón. Una historia realmente interesante la de estas artistas. Debido a los lamentables hechos acontecidos a mediados del año pasado, un claro signo más de la profunda estupidez humana, actualmente es casi imposible ver una auténtica Geisha por la calle, y nosotros tampoco tuvimos esa suerte. La jornada resultó muy agotadora, y hacía un frío espantoso. No nos quedaban ni fuerzas para ir a cenar, así que cogimos algo preparado de uno de los muchísimos konbini (hay que ver la cantidad que hay, varios en cada esquina) y nos lo zampamos en la habitación del hotel. Sorprende también lo barata que es la comida en Japón. Por unos 2500 yenes (equivalente a 15 euros), cenamos y desayunamos dos personas.
Día 6 (09/02/2025)
Las visitas a templos, santuarios y castillos de Japón eran algunos de los puntos más apetitosos de nuestro viaje, y en este día tuvimos una buena dosis de todo ello. A primera mañana, saludamos a Carlos, nuestro guía. Y no pudimos tener mejor suerte, ya que aparte de explicarnos magníficamente cada historia y detalle, era un catalán para un grupo compuesto en su mayoría por catalanes y valencianos. Un tipo muy amigable y agradable, que además, llevaba colgando un llavero de un mando de Super Famicom en su riñonera jeje. Junto a él, nos sumergimos en el contexto Shōgun por el castillo Nijo, harto interesante, vimos el deslumbrante Kinkakuji (el Pabellón Dorado de Kioto), y también el Templo Ginkaku-ji, con unos jardines y un entorno que quitan el aliento, todo lleno de musgo, árboles centenarios, hermosos lagos, pagodas y naturaleza viva en su más puro y hermoso esplendor. Terminamos la visita, de nuevo, en el barrio Gion (siempre mola escuchar varios puntos de vista) y pasamos por el conocido callejón de Pontocho. Con todo, el buen rollo entre los que formábamos el grupo se fue consolidando cada vez más, gente de primera con la que daba gusto comentar y recorrer tan fastuosos y mágicos lugares. Nos despedimos del resto, y de Carlos (uno de los mejores guías que tuvimos), y nos fuimos a la nuestra, a adentrarnos en los barrios frikys de Kioto. El primer destino fue otro
Book Off. En esta ocasión si vimos cosas interesantes, había más juegos que en aquellos en los que habíamos entrado hasta ahora, pero sin llegar a ser nada del otro mundo.
Continuaba buscando mis tres cazas imprescindibles:
Zelda no Densetsu: Kamigami no Triforce,
Ihatovo Monogatari, y
Rudra no Hihou, esta vez por una tiendecita de esas cargadas de encanto, llamada
A Too Kinkakuji. Era bastante chula, con material de PC Engine, Dreamcast (un Shenmue 2 100% CIB por menos de 4000 yenes), Neo Geo, cientos (¡o miles!) de cartuchos sueltos aglutinados en cada rincón, consolas, cartas, mandos, cableado… La oferta de Super Famicom no era demasiado amplia, pero aun así disfruté bastante solo con echar un vistazo. No teníamos mucho tiempo antes de que todo cerrase (la mayoría de tiendas lo hacen sobre las 20:00), y nos dirigimos hasta nuestra última parada,
Ojamakan Fukakusa Store. Otra tienda a la vieja usanza, en la que su letrero ya grita a viva voz la palabra retro. El interior también era igual de encantador, aunque sus precios no eran realmente atractivos, ni encontré apenas JRPG completos de Super Famicom salvo en su vitrina, esta sí, llena de joyas muy caras. Pero sin duda, merece la pena echarle un ojo por su enorme variedad de consolas y periféricos, muchíiiisimas cartas, y si lo tuyo es la cartuchada, casi seguro que vas a encontrar lo que buscas. Curiosamente, es el primer establecimiento en donde me topé con el Bishoujo Senshi Sailor Moon: Another Story, aunque fuese sin caja ni manual.
Día 7 (10/02/2025)
Tampoco en la parte recorrida de Kioto logré atisbar a mi querido
Ihatovo Monogatari. Cada vez me arrepentía más de no haberlo comprado cuando tuve la ocasión. Tenía fichado uno (a bastante buen precio) en una lejana tienda Hard Off, y esta franquicia ofrece un servicio de traspaso de material entre sus tiendas. Así pues, probé a solicitar, desde dicha web, que lo transfirieran a algun establecimiento cercano a mí. Pero cuál fue mi sorpresa al comprobar que este servicio solo estaba disponible para algunos juegos, y este no era uno de ellos. Confiaba mucho en dicha opción, y francamente, esto me amargó bastante el día. Ya no veía otra forma de conseguirlo sin depender al 100% de la suerte, y eso es algo que siempre he odiado. Tal vez nunca regresaría a Japón, la posibilidad de volver a Tokio era ya algo inviable, y si no me hacía con él en este viaje, nunca podría pagar las infladísimas cifras que se piden en tiendas online (más gastos de envío, más tasas aduaneras…). Fue una sensación bastante frustrante y desagradable que acarreé durante casi todo el día, pero de ninguna manera pensaba abandonar Japón sin él (ya veis que soy tremendamente obstinado para lo que quiero conseguir).
Aunque era jornada libre, contratamos por nuestra cuenta una excursión que nos llevaría a ver los maravillosos lugares de Fushimi Inari y Nara, que a pesar del regusto amargo, intenté disfrutar en la medida de lo posible. Nos esperaba un buen tute, ya que nuestro guía, Gary, iba a un ritmo frenético. Pero qué gran tipo. Uno de esos guías apasionados, que se entrega en cuerpo y alma en cada explicación (en inglés), firme pero muy simpático y tremendamente culto. Para mí, el mejor que tuvimos en los 10 días que pasamos en el país. Paseo muy gratificante por el parque de Arashiyama, contemplando su ancho río, y el frondoso bosque de bambú. Luego, comilona en el Restaurante Wasabi, degustando por primera vez la tan apreciada carne de Kobe. Más tarde, nos situamos en el parque de Nara, con sus ciervos campando a sus anchas y haciendo reverencias a los turistas para que les dieran unas galletas especiales que se pueden comprar allí mismo (si no me creéis, buscad vídeos, es alucinante). Aquí aprovechamos para entrar en el templo Tōdai-ji, que contiene una de las esculturas de Buda más grandes del mundo, de 15 metros de altura. Una visión sobrecogedora. Para el final, nos quedaba un buen recorrido por Fushimi Inari, donde andamos bajo sus 10000 puertas torii, vimos el castillo de lejos, sus templos (sobre todo, el Fushimi Inari-taisha, el más importante) y sus estatuas guardianas. Gary, nuestro guía, nos aconsejó que rezásemos pidiendo un deseo con una pequeña ofrenda. No soy persona creyente ni supersticiosa, pero tenía un deseo tan grande en mente que, ¿por qué no?, probé suerte. Pues esperad, y veréis.
Al finalizar la excursión, de la que quedamos muy satisfechos, cogimos el metro para volver al centro de Kioto, y empalmar con más visitas a tiendas. Había una franquicia que por el momento habíamos “aparcado”, ya que se encuentra en casi todas las prefecturas de Japón:
Suruga-ya. Y ese fue nuestro siguiente objetivo. A la que accedimos, en particular, no era inmensa, pero tampoco pequeña. Al fondo, en la parte derecha, estaba el rincón de los juegos de Super Famicom, y aquel primer contacto fue sencillamente fantástico. Había muchísimo material completo en estantes, y además, una gran caja que acababan de recibir llena hasta los topes. Entre todo ello, escarbé y rebusqué a conciencia en busca de buenos precios, que los había, como un
Super Mario RPG por 2400 yenes (que me arrepiento de no haber cazado), varios títulos de Ultima y Wizardry (de interés ya menor para mí), Shin Megami Tensei II, Bounty Sword,
Super Inindo: Datou Nobunaga (este estaba hasta en la sopa, jeje), Albert Odyssey 2, Shodai Nekketsu Kouha Kunio-kun, Shinseiki Odysselya… en calidad y en cantidad, un sobresaliente, de lo mejorcito visto hasta ahora. Y sin embargo… tampoco vi entre ellos el
Ihatovo Monogatari. ¡¡PEEERO!! Habíamos pasado algo importante por alto, la estantería de los santos griales que casi todas las tiendas poseen, y que nos encontramos casi saliendo por la puerta. Y al fijarme en su interior, entre una tonelada de vacas sagradas a precios que helaban la sangre, como Alcahest (10000 yenes), Madou Monogatari - Hanamaru Daiyouchienji (12600), Esparks (59800), Bakumatsu Kourinden Oni (11700), Tenchi Sozo (15000), Kyuuyaku Megami Tensei (9800), Energy Breaker (26300), Estpolis Denki (9400), Wizardry Gaiden 4 - Throb of the Demon's Heart (17700), Bishoujo Senshi Sailor Moon: Another Story (12000) y hasta un sagrado Fire Emblem: Thracia 776 (¡50300 yenes, edición normal!)… allí estaba. En posición vertical, resplandeciente, inmaculado, en un estado muy bueno, y además, a un precio que encajaba en mis posibilidades. No me lo podía creer, la emoción fue tan indescriptible que quedé sin respiración. ¿Fue el destino? ¿Fue la plegaria? ¿O tal vez solo un rotundo y certero golpe de suerte? La cuestión es que apenas podía dar crédito a mis ojos.
Conseguí mantener la calma antes de lanzarme a por él como un perro famélico hacia un jamón de jabugo, y decidimos visitar antes otro establecimiento
Mandarake, por si las moscas. En el primero en el que estuvimos, fuimos directos hacia la estantería de Super Famicom, sin darnos tiempo a disfrutar del resto. Por fortuna, este también era inmensamente grande, una soberana barbaridad, con multitud de secciones, desde revistas antiguas, hasta figuras, desde juguetes retro, hasta mangas, y por supuesto, una oferta de videojuegos interminable. Apenas disponía ya de presupuesto, y no buscaba nada en especial salvo el
Zelda no Densetsu, que no encontré allí. Había muchos RPG de Super Famicom, aunque no tantos como en la de Tokio. Los precios, más o menos iguales que allí, tirando a caros. Sin embargo, aunque tampoco me atraía demasiado conseguir nada tipo Compati Hero, un Super Robot Taisen EX me sonrió con unos ridículo 880 yenes marcados en su etiqueta, así que no tuve más remedio que quedármelo, y además, muy bien conservado, con un manual impecable y una caja con un desgaste mínimo.
Tras ver el resto de estanterías y vitrinas por curiosidad, volvimos como un relámpago al
Suruga-ya, y el
Ihatovo Monogatari continuaba en su sitio. Estaba tan emocionado que casi me trababa al hablar, pero le pedí al dependiente (antes de pagar una cifra tan considerable) que me mostrase el interior, para asegurarme de que tenía todo donde debía tenerlo. Y así fue. Me pareció un buen trato, y le dije que ya podía ir envolviéndomelo. Objetivo cumplido ¡¡Ya era mío!! ¡¡Victoria!! :’) No fue exactamente una ganga, pero la felicidad que me embargó en aquel momento es algo que no se puede medir en dinero. De ahí, nos fuimos a cenar a un local más tradicional, y nos dimos una comilona que nos supo a gloria bendita. Con todo, qué bien dormí aquella noche.
Día 8 (11/02/2025)
Kioto es una ciudad que nos gustó mucho en general, tanto sus zonas urbanas como sus entornos naturales, destacando la integración en sus calles de edificios modernos con construcciones mucho más tradicionales. Antes de despedirnos de ella, aprovechamos las últimas horas. Una de las actividades fue visitar un
Book Off con muy poco éxito, mucha cartuchada bastante vulgar, y solo 2 juegos completos de Super Famicom. Nada a resaltar. Pasamos por varios templos de camino, y entramos en algunos de ellos. Nos esperaba una visita al Museo del Ferrocarril, en el parque Umekoji, donde compramos algunos suvenires, y un edificante paso por el Centro Textil Nishijin. Antes de coger el tren hacia Osaka, nos metimos en el cuerpo sendos boles de ramen tan enormes que nos dejaron a punto de explotar. A nivel friky, Japón tiene tantísimo que ver que a veces uno se pierde por el camino. La misma estación de Osaka tenía una planta enteramente dedicada a Nintendo, Capcom, Pokemon, One Piece… y no podíamos pasar por allí sin entrar. Aunque fue bastante agobiante debido a la aglomeración de gente, flipamos con la cantidad de figuritas, llaveros, tazas, ropa, y mil accesorios más, decoraciones de Zelda y Mario, murales con los grandes héroes de Capcom… sencillamente impresionante. A destacar esa chulísima edición del The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, una reedición moderna y oficial de Super Mario World, o cuatro máquinas gachapon de personajes de Mega Man. El hotel (llamado Best West Plus), estaba realmente bien. Descansamos unos minutos y fuimos directos al barrio de Nipponbashi Denden Town, el equivalente de Akihabara en Osaka.
No os lo he contado hasta ahora, pero otra de mis grandes ilusiones era encontrar una máquina gachapon en concreto, que contenía en exclusiva figuras de Mother 2, y que había sido lanzada hacía tan solo unos días. Hasta entonces, ya habíamos visto cientos y cientos de máquinas sin éxito, pero en uno de tantos locales… ¡¡la encontramos!! Para mi desilusión, era justo la única máquina que estaba vacía, aunque la verdad, me sentía feliz solo por el hecho de haberla contemplado. Entramos a una tienda de cartas Magic, y nos dirigimos al
Super Potato de Osaka, para mí, una de las grandes decepciones. El primero me exaltó mucho debido a su gran cantidad de RPG y a sus precios más o menos decentes, pero en este segundo, resultaron ser algunos de los más elevados que vimos en todo el viaje, y la oferta, mucho más reducida. Eso sí, la música, igual de grandiosa. La tienda
Suruga-ya que había, pared con pared, no tenía absolutamente nada de videojuegos antiguos, al igual que otra tienda por la que pasamos, la
Hyper Media Shop. Cero material retro, todo actual. Por el momento, un día poco afortunado en este sentido. Hasta cuatro tiendas más
Suruga-ya nos encontramos, con muy poco o ningún material, pero la última de ellas… ¡Ah, aquello fue otra cosa muy distinta!
Había tantísimo material de Super Famicom que, aunque ya no pensaba comprar gran cosa, nos llevó casi una hora revisarlo entero, habiendo varias estanterías bastante grandes rebosantes de juegos para mi consola favorita. Posiblemente, la mayor selección que llegamos a ver en los 10 días. Y no solamente los típicos juegos vistos hasta la saciedad. Disfruté especialmente al ver el
Fire Emblem: Seisen no Keifu, los dos Sword World SFC,
Monstania, Princess Minerva,
Ys IV: Mask of the Sun, Lodoss Tou Senki (que no había encontrado hasta ahora), Kabuki Rocks, First Queen - Ornic Senki o Farland Story 2. ¡Una pasada increíble! Sus precios eran ligeramente más caros que otros
Suruga-ya, aunque repito, al final casi todo se basa en el estado de los juegos, más que en la propia tienda. La vitrina de “intocables” también me dejó babeando de placer. Otro
Ihatovo Monogatari (casi al doble de lo que pagué por él), y hasta 5
Rudra no Hihou, tres de ellos con mapa a partir de 13600 yenes. Demasiado para mi cartera, pero lo que sí me quedé fue un mando de Super Famicom al módico precio de 600 yenes, impecable. Al poco de salir de allí, reparamos en una tienda llamada
MAX. Entramos con buenas perspectivas, pero lo que vimos fue poco y desmesuradamente caro. Incluso en vitrina, solamente tenían títulos bastante convencionales, en un estadio medio regular, por los que pedían cifras de infarto. Media vuelta, y a dormir al hotel, que ya estaba bien por hoy.
Día 9 (12/02/2025)
Ya con mi principal captura en la mochila, consideraba que mi objetivo estaba completo al 90% en lo que a videojuegos se refiere. Habiendo descartado ya, por cuestiones de inviabilidad presupuestaria, el
Rudra no Hihou, tan solo
Zelda no Densetsu: Kamigami no Triforce se me resistía. Noveno día en Japón, actualmente en Osaka (por si os habéis perdido jeje). Aunque todo lo que quedaba por delante eran días libres, contratamos una excursión que nos daría un buen paseo por el barrio Dotonbori y el Denden Town bajo la tutela de Erick, nuestro guía, esta vez en español. Visitamos lugares emblemáticos, escuchamos historias de lo más inverosímil, y vimos una gigantesca cantidad de anuncios que cubrían casi por completo todas las fachadas de los edificios, algunos divertidísimos, marca de la casa en Japón, donde el humor, el manga y el anime lo inundan prácticamente todo. Por la calle, iba fijándome bien en las máquinas de bolas de las tiendas, a ver si encontraba lo que estaba buscando. De repente, ¡Eureka! ¡Otra máquina gachapon de Mother 2! ¡Y esta sí estaba llena! Sin pensarlo dos veces, nos descarriamos de la visita sin decir ni mu, cegados hacia a la máquina, y cambié todo un billete de 2000 yenes para fundírmelo en ella. Obtuve varias figuritas de Ness, Jeff y Mr. Saturn, y en otro arrebato posterior, a Paula, quedando tan solo Poo en el tintero (lástima).
Y ahora sí, más feliz que una perdiz, de vuelta al tour. Para comer, decidimos ir por los puestos en las calles mercantiles, y probar cosas nuevas, como unos deliciosos takoyakis (las famosas bolitas de pulpo) o los no menos ricos dangos de colores, mientras vagábamos entre tiendas y edificios por esas calles llenas de magia y ajetreo. Ahora, de nuevo, volvía a frotarme las manos, pues tocaba volver a las compras RPGeras. Teníamos un montón de tiendas que visitar, y la primera de ellas fue
Retro Game TV, de donde sacamos poco en claro. Muy poco material interesante, bastante caro, y ni siquiera había una “vitrina de las barbaridades” (como llamaba yo, por los precios que ostentaban, a esos armarios de cristal donde se guardaban los santos griales). Lo que sí vi fueron muchos pads y consolas, incluyendo varias Super Famicom a 1500 yenes sin cables. Pensé en quedarme una, pero la deuda con mi novia ya iba siendo excesiva. Y ante todo, quería mi
Zelda. El siguiente punto fue otro
Mandarake, donde pensaba encontrar, como era habitual en estos centros, cantidad de juegos, pero para mi decepción, entre sus ocho plantas solo me encontré con una estantería minúscula, solo un juego completo (concretamente, un Dragon Ball Z: Hyper Dimension), y decenas y decenas de cartuchos sueltos.
Otro
Suruga-ya contenía únicamente laptops y cachivaches electrónicos, pero me sorprendió descubrir una consola portátil marca MSI que no conocía. El siguiente
Suruga-ya ya fue otro cantar. Una buena estantería, bien grande y cargada de títulos completos. Fijándome bien, vi que muchos de ellos, aunque estaban bastante caretes, tenían un descuento del 20%, lo que equilibraba la balanza. No había excesivos RPG, pero brillaban con luz propia dos ejemplares de
Zelda, en un estado de fábula, por 8700 yenes. Eché cálculos, y restándoles el 20% de descuento, menos el 10% del tax free (libre de impuestos), se quedaba en un importe realmente atractivo, sobre todo, por las condiciones en las que estaba. Los dejé allí por el momento, en busca de nuevas ofertas. Seguimos con nuestra ruta, visitando una enoooorme tienda de gachapones de Namco y Bandai (cientos, miles de ellos, os lo aseguro), y un Lawson, una ‘convenience store’ de las de toda la vida, pero completamente tematizada de Dragon Quest, con mogollón de imágenes pixeladas adornando todas sus paredes y suelos, y una variedad impresionante de merchandising como figuritas, tazas, peluches… increíble. Esto solo pasa en Japón y en ningún otro lugar del mundo. Las calles empezaban a mostrar ya anuncios de la inminente celebración de la Expo 2025, que se celebrará en abril en aquella misma ciudad.
De rebote casi, entramos en otro
Book off, para descubrir poquita oferta, pero a precios sorprendentemente razonables, todo dentro de una vitrina. Todavía no habíamos catado un buen sushi japonés, así que nos hinchamos a lo bestia en un restaurante de cinta, y poco después de salir, encontramos otro gachapon de Mother 2, en donde volví a echar ‘cuartos’. Otro
Book Off bastante grande, algo mejor, con unos 50 juegos completos o así, pero mucha morrallita entre ellos, además de todo tipo de peluches y figuritas. Definitivamente, parecía que poco iba a sacar de estas tiendas. ¡Y otro más! El tercer
Book Off del día, que igualmente aportó muy poco, aunque con precios tolerables y estado bastante aceptable de los completos que se exhibían. Salvo un Fire Emblem: Monsho no Nazo decente, poco más. Sin embargo, a pocos metros de esta última, nos encontramos con una gratísima sorpresa. Una tienda llamada
Furuichi GAME, con una cantidad de juegos CIB considerablemente alta, precios tolerables, y un buen estado físico. Curiosamente, fue el único lugar en donde vi un Eien no Filena, y además, también un
Zelda no Densetsu, por algo más de 7500 yenes este último. ¿Os acordáis del
Suruga-ya en el que he comentado sobre los dos
Zeldas tan bien cuidados y con varios descuentos aplicables? Pues volvimos a ella Y ahora sí, henchido de ilusión, y tras comprobar que incluía la imprescindible tarjetita de plástico en su interior, pagué, salí de la tienda, y con ambas manos, alcé en alto mi Kamigami no Triforce, cual Link extrayendo un tesoro de un cofre. ¡¡Mi objetivo videojueguil en Japón acababa de alcanzar el 100%!! Antes de emprender la vuelta al hotel, pasamos por otra tienda
MAX, pero no había nada de nada completo de Super Famicom.
Día 10 (13/02/2025)
Ya hemos hablado de mis ensoñaciones en cuanto a videojuegos, pero todavía me faltaba otro pequeño gran sueño que cumplir. El último día completo en Japón lo dedicamos íntegramente al parque Universal. Y es que dentro de este, se encuentra algo donde, desde que se inauguró hace 4 años, me propuse estar algún día. Hablo, nada más y nada menos, que del Super Nintendo World. Entramos por la puerta principal del complejo, y de momento no nos dejaron entrar al mundo Super Nintendo, por temas de afluencia y horario. Pero más tarde, tras patear intensamente por las distintas zonas del parque, como Jurassic Park, los Peanuts (de los cuales también soy fan acérrimo), Amity Village (¡Tiburón / Jaws!), Minions, etc, etc, pudimos finalmente acceder. ¿Y sabéis esa sensación de estar DENTRO de un videojuego? Pues en Super Nintendo World, fue como haber traspasado la pantalla del televisor con un Super Mario 64 funcionando. Una sensación casi escalofriante. El hall del castillo, con su correspondiente música, los cuadros de los mundos… y más allá, inmensas colinas llenas de plantas carnívoras en movimiento, monedas girando, decenas de Yoshis, la inmensa fortaleza de Bowser… Y todo ello en un espacio más reducido de lo que me esperaba, pero que desató mi imaginación de una forma salvaje, y mi emoción hasta límites casi lacrimógenos. No podía creer que tras tanto tiempo deseándolo, estuviese al fin allí.
Como digo, no me gustan las atracciones, pero subimos a la de Yoshi’s Adventure, que no era sino un tranquilo paseo en tren por entre las colinas, gozando de escuchar esa dulcísima Flower Garden (Super Mario World 2: Yoshi’s Island) durante la cola. También Super Nintendo World incluía el área Donkey Kong Country en otra sección, más inspirada en DKC Returns, también una gozada, simulando la jungla y un templo azteca, donde nos tomamos unos helados, por supuesto, de plátano. Después de pasar tres horas en aquel ensoñador rincón, fuimos a ver qué se cocía en la parte de Harry Potter, y sí, muy bonito todo y muy bien ambientado. También presenciamos varios espectáculos, el Universal Monsters Live Rock And Roll Show (que de Rock tenía lo justito…), uno de Detective Conan, y otro de Doraemon, estos últimos en 4D, muy divertidos. Obviamente, como suele ocurrir en estos parques, todo está pensado para fomentar el consumismo más desaforado, precios carísimos y una burrada de gente que me llegó a agobiar bastante. Sobre las 19:30 abandonamos definitivamente el parque, y nos fuimos a zamparnos unas bolitas de pulpo a un bar cercano, para terminar completando la cena en el propio hotel.
Día 11 (14/02/2025)
Undécimo y último día en Japón, en el que nos permitimos madrugar menos. Teníamos estancia hasta las 11:00, así que dejamos las maletas allí y nos fuimos a visitar un majestuoso santuario que nos quedaba a unos 15 minutos a pie. Pero como nos sobró bastante tiempo antes de la salida hacia el aeropuerto, todavía me di un último capricho, para que veáis hasta donde llegaba mi obsesión por ver más y más juegos: una visita exprés a un
Mandarake, inmenso, con varias plantas y una cantidad de artículos demencial. Nos costó, pero finalmente encontramos la correspondiente estantería de Super Famicom. No estaba nada mal, no era tan grande como la del primero que visitamos, pero mejor que los posteriores, y vi cosas realmente interesantes, buenas ofertas como un 3x3 Eyes: Seima Kourinden a 1350 yenes, un Bokujou Monogatari a 2400 (aunque le faltaba una de las dos postales que incluye) i un Hanjuku Eiyuu: Aa, Sekaiyo Hanjukunare...!! a 1100 euros. A pesar de que la idea de llevarme los tres era extremadamente golosa, ya había contraído suficiente deuda con mi chica (¡santísima paciencia que tuvo!), por lo que finalmente solo me llevé el último de ellos. Pasamos allí unos cuarenta y cinco minutos, y ya casi despidiéndonos, tanto de la maravillosa Osaka, como de Japón, cogimos un metro hasta el aeropuerto, con la vuelta a casa ya en mente.
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Sayonara, Japón
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Desde lo último que os he contado, ha pasado tan solo una sermana escasa. Y es cierto eso que dicen: si vas a Japón, necesitas volver. Porque, al menos yo, ya lo estoy deseando. Pero también soy consciente de que, aunque así fuese, difícilmente volvería a sentir un impacto tan desmesuradamente brutal como el de esta primera vez. El viaje de vuelta, con 2 horas extra, debido a la dirección del vuelo, se me hizo bastante pesado, pero me aliviaba recordando todo lo que pude ver y disfrutar en la mágica tierra del sol naciente. En dicho viaje conocimos a un señor japonés, Aoi-san, muy simpático y extrovertido, con quien pude compartir mis indescriptibles sensaciones sobre su país. Ahora en casa, con la mesa todavía abarrotada de bolitas gachapon, una torre de RPGs japoneses, figuritas y suvenires varios, todo lo vivido pasa por mi cabeza, una y otra vez, y me todavía parece algo casi irreal: la belleza de sus parques naturales, sus templos y pagodas, sus inmensos edificios, lo divertido que resulta ver dibujos manga por todas partes, sus centros comerciales, las decenas de tiendas que visitamos, sus laberínticos ‘buildings’ (en los que me llegué a sentir como el mismísimo Ryo Hazuki de Shenmue), sus impresionantes vistas… hacía tiempo que no me sentía tan vivo, y todavía sigo asimilándolo. Y sigo soñando en las noches, y lo digo de forma literal, con ver, tocar y repasar estanterías y estanterías llenas de RPG de Super Famicom. Pero lo mejor de todo es que ahora sé que esos sueños están extraídos de la más excitante realidad, unos momentos de realidad muy concretos y particulares que, en forma de recuerdos, quedarán para siempre enmarcados en mi memoria.
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