Maou Golvellius (MSX, Aventura RPG)

The Legend of Zelda, en 1986, no lo inventó todo, ni mucho menos, en el subgénero de la Aventura RPG. Pero indudablemente, dio con la tecla correcta como pocos juegos han conseguido a lo largo de la historia. Con una combinación de ideas brillantes, y con un planteamiento magistral, inspiró el nacimiento de toda una estirpe de videojuegos que, en los años venideros, y con mayor o menor acierto, abrazarían su fórmula con el fin de intentar igualar en éxito y calidad a la obra maestra de Nintendo. Podríamos destacar decenas: Golden Axe Warrior, Crystalis, Neutopia, Willow, StarTropics… pero hubo uno que se adelantó a la gran mayoría a la hora de sacar partido de ese concepto y mecánica, y además, aportó sus propias ideas, evitando así convertirse en un simple clon. Lo hizo a bordo de un flamante MSX y tan solo un año después. Su nombre, Maou Golvellius, y sus artífices, Compile, compañía muy activa desarrollando para el sistema, con títulos de renombre como Guardic, Crusader o Puyo Puyo. Pero incluso por encima de la propia empresa, es imperativo destacar el nombre de Satoshi “Pac” Fujishima, el verdadero padre de la criatura, que cargó con el 90% del total del desarrollo a sus espaldas.

Colaboró en infinidad de títulos, en muchísimos aspectos, pero definitivamente, este fue SU juego. Él solo lo diseño, programó cada línea de su código, creó el mapeado y cada uno de sus sprites, dejando únicamente las tareas musicales y de producción a otros miembros del staff. Una tarea titánica, reflejo de la inmensa fe e ilusión que puso en este RPG. Y por supuesto, también le dio a su creación una historia, sencilla, convencional, pero efectiva. El cuento épico que narra Maou Golvellius nos sitúa en el esplendoroso reino de Aleid, ubicado en un enclave privilegiado, y en donde reina la armonía. Sus habitantes acuden al valle, situado cerca del lugar, cada vez que necesitan proveerse de agua, el único bien que no pueden obtener allí. Pero en uno de los descensos, se produce el avistamiento de una criatura de aspecto demoníaco que amenaza con quebrar la paz. Cada vez más lugareños afirman haberla encontrado, y algunos, presos del pánico, optan por abandonar el reino. Tremendamente preocupado por los sucesos, el rey Alekis se obsesiona buscando una solución, tanto, que acaba cayendo enfermo. La única medicina efectiva son las hierbas Mea, que crecen en los alrededores, y la valiente princesa Reena se aventura en solitario en su búsqueda, pero pasado un tiempo, se le da por desaparecida. Es entonces cuando entra en acción Kelesis, nuestro héroe de pelo verde (uno de sus mayores rasgos de identidad), aventurero que no duda en ofrecerse para ir tras los pasos de la princesa y liberarla de cualquier mal. Según se nos cuenta en el ending, sorprendentemente emotivo por cierto, Golvellius (la malvada criatura) fue antaño un demonio benevolente, pero su alma fue arrebatada por unos espíritus malévolos, y encerrada en siete cristales, que también corresponderá a nuestro protagonista encontrar para romper la maldición. Una lástima que no tenga ningún tipo de introducción. Así pues, tenemos antagonista, motivación, víctimas, y tenemos a un héroe, a quien las hadas Rio, Enny y Wingle brindarán buenos consejos durante la aventura. Es una trama fija, no hay desarrollo ni evolución de los personajes, pero es más que aceptable y suficiente para un título de 8 bits de 1987. Lógicamente a nivel de emociones no podemos esperar gran cosa, salvando las derivadas de su altiva banda sonora, o de esas escenas finales, y sin embargo, el juego me ha dejado unas sensaciones increíbles, enormemente positivas, incluso con ganas de rejugarlo en un futuro. Y es que hacía mucho, mucho tiempo que no me divertía hasta unos niveles tan elevados con un RPG de esa generación. Por jue-gazos como este, cada vez me apasiona más descubrir joyas de aquellos viejos ordenadores exclusivamente japoneses.

Compile sacó provecho de los nuevos cartuchos MegaRom para crear algo que habría sido imposible en otro formato: un mapeado gigantesco de 144 pantallas, siendo uno de los juegos más extensos para el sistema en su momento, y con una calidad gráfica notable. Entre enormes desiertos, formaciones, misteriosos bosquejos, ríos, lagos y parajes rocosos, Maou Golvellius evoca una infinita sensación de aventura y de mundo mágico a descubrir, paso a paso, golpe a golpe de espada, y escudo en ristre. Combinando estos elementos, cada pantalla tiene sus configuración distintiva y su propia horda enemiga, algo crucial para poder orientarnos… aunque lo mejor, más divertido y eficaz, es trazar nosotros mismos el mapa (algo que me encanta hacer con este tipo de juegos). Todas ellas elaboradas por Fujishima san, existe una variedad encomiable de criaturas, con distintas variaciones de color, y a veces de tamaño, desde las serpientes que nos reciben en la primera pantalla, cuervos, orugas, murciélagos, caballeros armados, o esqueletos, pasando por otras mucho más insólitas, como caras redondas, fantasmas ‘a la japonesa’ o enemigos exclusivos en determinados lugares, como la serpiente de fuego o el esqueleto de dragón en la sexta cueva, que recuerda poderosamente a los Bone dragons de Castlevania. Por supuesto, también existen jefes de final de mazmorra, con sprites únicos y más grandes de lo habitual. En general, y curiosamente, todos ellos tienen un aspecto más simpaticón que intimidante, plasmando ese ligero puntito de fantasía alegre. Algunas de las aportaciones al género más recordadas de este cartucho son sus distintos tipos de scroll según el lugar. De hecho, el juego puede confundir en su mismo inicio, encontrándonos en una cueva con movimiento horizontal hasta salir a la superficie, en donde la perspectiva cambia a cenital, que se mantendrá en la mayor parte de la aventura, y funcionará con el clásico sistema de salto brusco de scroll de la época. En otras cuevas principales, como si de un shoot’em-up se tratase, viajaremos con dirección única y en sentido vertical, eliminando a cuantos monstruos se crucen en nuestro camino. El campo de visión queda algo limitado por el cuadro de status lateral (por otra parte, necesario), y aun así es suficientemente amplio, pero también es cierto que en el apartado gráfico adolece de uno de sus peores defectos: un flickering incesante y bastante exagerado en cuanto se juntan más de dos o tres sprites en pantalla, que a veces dificulta el reconocimiento de nuestra propia arma, de los enemigos, o de los proyectiles que nos lanzan. La paleta de colores aumenta en diversidad y contraste en las mazmorras, cada una con su propio conjunto de tonalidades, que también saben transmitir en estos casos esa necesaria sensación de oscuridad y claustrofobia.

Kelesis se enfrenta a un mundo rebosante hasta los topes de secretos por descubrir, que enfatizan aún más, si cabe, ese espíritu de exploración y aventura. Prácticamente cada pantalla contiene un enigma en forma de cueva subterránea, donde encontraremos consejos, equipamiento o nuevas zonas a explorar. No es realmente algo 100% original, pues en esto sí fue pionero The Legend Of Zelda, pero está tan bien implementado que rastrear esos secretos resulta increíblemente emocionante, adictivo, y te crea una intensa sensación de no saber exactamente qué vas a encontrar en cada acceso, ni dónde, cómo o cuándo van a aparecer estos. Cada pantalla es una nueva ilusión, y cada objetivo, una más que probable caja de sorpresas: te atraparán sin remedio y te crearán una necesidad inevitable de seguir avanzando. La verdadera clave, el núcleo de esa capacidad de adicción, aparte de su planteamiento y cantidad de secretos, creo que es su pulido y casi perfecto equilibrio, tanto con sus elementos jugables como con el nivel de dificultad, algo poco habitual en su época, y cuya exquisitez solo puedo comparar a mi experiencia con Ys II: Ancient Ys Vanished, quizá con el segundo Neutopia… y pocos más. Por supuesto que tiene connotaciones de dificultad de época, hay ciertos picos muy bestias que te ponen entre la espada y la pared. Descubrir algunos objetos puede ser realmente duro (invertí un día entero en encontrar el anillo), y a veces es más cuestión de una combinación de suerte y perseverancia que de otra cosa, pero no contiene enigmas completamente ilógicos, ni es un continuo y frustrante valle de lágrimas en el que morir una y otra vez. Como tal, no existe nivel de experiencia, pero sí un progreso en las habilidades, gracias a los escudos, colgantes, espadas y potenciadores de status enterrados bajo las sinuosas arenas del Valle de la Perdición. El límite de exploración lo marcan los obstáculos, que se abrirán al derrotar a jefes o al adquirir nuevas destrezas, pero siempre dispondremos de un amplio terreno para investigar hasta su último rincón… y sencillamente, es algo que no podremos dejar de hacer hasta ver la pantalla del fin. La mecánica cambia ligeramente en las cuevas, con elementos de shooter o plataformas que le dan mayor frescura al juego. En las horizontales, comprobaremos en poco tiempo lo bien que se maneja el salto: responde perfectamente al mando, y su trayectoria se puede modificar con poca práctica. Si conseguimos dominar, además, el punto de impacto de nuestra espada (mediante botón, nada de bumping attack), y memorizar los patrones de movimiento de nuestros enemigos, tendremos la sartén por el mango. A pesar de su gran tamaño, es un juego que se puede terminar en una veintena de horas, y las claves para llegar hasta el demonio Golvellius y derrotarlo son exprimir al máximo cada una de sus pantallas y tirar de backtracking todo lo posible cuando adquiramos nuevos poderes.

Dos fueron los artistas encargados de dar música a esta joya: Masatomo Miyamoto y Takeshi Santō, cómicamente acreditados al final como Miyamo y TakeShant, habituales de la compañía Compile. La banda sonora, en general, hace honor a esa esencia épica reinante, aunque no todos los temas vayan por los derroteros que uno podría imaginar de primeras. Así como encontramos temas que transpiran tensión y aventura en sus notas, también tendremos una parte mucho más desenfadada, dependiendo del lugar. Al visitar a las hadas, por ejemplo, la simpatía de sus composiciones es más que patente, mientras que en las cuevas con scroll, la cosa cambia radicalmente, ofreciéndonos una colección más oscura, que emplea sonidos más apagados, forjando un ambiente mucho más peligroso e inseguro. El número de 30 temas en total es más que loable. Escucharemos tres distintas para el overworld, cada una con un tono y unos matices muy bien diferenciados, que cambiarán a medida que consigamos ciertos objetos, ocho melodías distintas para los jefes finales (una para cada uno) y unas cuantas exclusivas de localizaciones muy concretas, sin ir más lejos, las que suenan en las cavernas del principio y del final, siendo esta última una de las más cañeras del score, la de los créditos del ending (la más larga del juego, con todo un minuto y medio de duración), o al morir el héroe. Por norma, aquellas más moviditas contienen cambios muy agradecidos que les dan una segunda cadencia y a veces, un incremento del dramatismo, con bases bien definidas (bien aprovechado aquí el chip del MSX). De todas formas, y al contrario de lo que ocurre en otros juegos del mismo estilo, no es una recopilación excesivamente cañera. En los jefes, por poner el ejemplo más claro, todo lo que escuchamos son temas que, si bien no son ambienta-les, si que tiran más por la vía de sumir al jugador en la inquietud, con arpegios y ritmos lúgubres y misteriosos, de lo más inesperados para acompañar dichos momentos. Nótese que algunas hacen uso tanto de notas definidas como de rutinas FM, creando líneas oscilantes y sonidos similares a silbidos. El principal problema de los efectos de sonido es que cortan las bases de las composiciones cada vez que suenan, pero esto se debe a recursos y a limitaciones de la época. En cuanto a dar más vida a las acciones, nada que objetar, ahí tenemos los espadazos, los cambios de pantalla, los choques contra el decorado, y sobre todo, ese ingenioso sonido al quebrar las rocas. Trascendería más por su jugabilidad y mecánica que por su música, pero eso no significa que no fuese un trabajo muy digno y variado, que seguro disfrutaremos en muchos momentos.

Alumno temprano pero aventajado de The Legend of Zelda, es uno de los mejores exponentes de Aventura RPG sobre el que he puesto mis manos, pasándoseme con él las horas como si fuesen segundos en un verdadero torrente de adicción y diversión a partes iguales, que encontró el equilibrio perfecto en la mayoría de sus apartados. Y a pesar de todo, de su frescura gráfica, de su enorme jugabilidad y de la gran proporcionalidad de la que goza su conjunto… Maou Golvellius quedó como ejemplar único, por mucho que su misma pantalla de ending anunciase, de forma muy explícita, una continuación. Recibió dos remakes con gráficos y sonido remozados, uno para Master System, de lejos el más conocido por su alcance, y otro para MSX2, erróneamente referenciado como Golvellius II en muchas publicaciones. Pero sobre todo, en el caso del talentoso Satoshi Fujishima, quedó como un ejemplo de ilusión, trabajo duro, creencia en su proyecto… y un resultado impecable.


- Lo Mejor Del Juego: Una vez que lo empieces, no podrás dejarlo. Cientos de secretos y sensación de enigma constante. El control es muy bueno para su tiempo. Nivel de dificultad sublime.

- Lo Peor Del Juego: Habría jugado otras 20 horas de mil amores. El flickering llega a ser constante y muy incómodo. Salvo en el final, no se nos cuenta historia alguna.

Mirad qué mapa más chulo me quedó :)

----OTROS ANÁLISIS RECOMENDADOS----

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La Música de este RPG

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Concebir un juego como Maou Golvellius sin una banda sonora compuesta casi exclusivamente por temas de gran fuerza épica sería poco probable, pero aun así, la creación de Compile nos deleita también con gran cantidad de cortes de otras tesituras, otras índoles. Si queréis saber lo que es divertirse a manos llenas con una gran aventura que rezuma acción, secretos y personalidad (a pesar de su clara inspiración en The Legend of Zelda), guiad a Kelesis hacia la victoria acompañándoos de esta colorista y simpática banda sonora.

Kelesis theme. Nos aborda nada más aparecer la pantalla de título con un ritmo bastante frenético que, en realidad, pocos temas van a tener a lo largo de la aventura. Es, al mismo tiempo, una de las melodías más reconocibles, carismáticas, y variadas de su banda sonora, y también una de mis favoritas. Ya incita a la aventura, al riesgo, a la heroicidad, con notas que suenan contundentes y que adoptan, en ciertos momentos, un toque estilístico más oriental. Lo que he dicho muchas veces. Recursos limitados, pero creatividad al máximo.



Dina, the fairy. Es un personaje al que no sabemos bien si amar u odiar. Nos da dinero a cambio de cierta cantidad de vida, así que en parte es benevolente... a su manera. Peculiar, casi tanto como la melodía que ambienta su guarida, que poco tiene que ver con la de sus compañeras hadas. Mientras que la de estas es simpática y risueña, junto a Dina escuchamos una que tiene cierto toque pícaro y desvergonzado, con notas saltarinas que en ocasiones parecen intencionadamente disonantes, empleando escalas y sonidos extraños que van como un guante con su personalidad.



First cave. Cuesta imaginar el por qué esta composición se usó tan solo en la corta cueva que le sirve a nuestro protagonista de vínculo con el mundo exterior porque, en cuanto a melodía, es una genialidad. Aunque comienza llena de alegría y positividad, pronto encuentra su contraste con esas notas que dan el cambio a registros más épicos, que suben en intensidad épica, casi tensa, tan de finales de los 80 los videojuegos. Tiene, además, unas bases muy destacadas que van a su propio ritmo respecto a las líneas principales, y creo que en conjunto es una de las mejores.



Overworld 1. Cada vez que consigamos una nueva espada, tarea nada sencilla, el mapa general cambiará de acompañamiento musical, y esto es todo un detalle por parte de los compositores, teniendo en cuenta que es, con diferencia, donde más tiempo pasaremos en la aventura. Todas ellas poseen unos rasgos bien definidos, muy distintas entre sí, pero si tengo que escoger, me quedo con la primera de ellas. Diría que también coge algo de inspiración, más por su ritmo que por su melodía, de ese mágico, inolvidable e infinitamente evocador Main Theme de The Legend of Zelda.



Death of a hero. No hay mal que por bien no venga, y en una pantalla en la que acabaremos, queramos o no, más de una vez, descubriremos esta melodía llena de sensibilidad, básicamente la única de este estilo en todo el juego, a modo de réquiem, de último suspiro de nuestro héroe. De notas lentas y armoniosas, la combinación de ritmos y tonos es excelente (casi se pueden adivinar esos pianos que pretende representar) pero sin duda, el detalle que me ha gustado son esas "campanillas" descendentes, que le otorgan un aura divina y etérea. Una delicia.



Boss 6 (Jespa). Y para terminar con la selección, otro de esos cortes distintos y únicos en el juego, exclusivo de Jespa, el antepenúltimo jefe. De claros estímulos orientales, y aunque no encaje precisamente con el aspecto 'mecha' del enemigo, resulta ser un tema de lo más envolvente y embriagador, recordándonos a las interminables arenas del mundo exterior con esos ritmos oscilantes, y ese cambio en su melodía que le sube un escalón de intensidad, apoyada por una base machacona y contundente. Seguro que no podéis escucharla una sola vez :).