Vandal Hearts (Playstation, Tactical RPG)

Vandal Hearts fue un perfecto ejemplo de cómo, sin pretender darle vuelta y media a un género, sin aportar ninguna novedad realmente sustancial a la mecánica que no se hubiese visto ya en generaciones anteriores, se puede llegar a crear un producto de excelente factura siempre que se cuente con un buen apartado técnico, un guión imaginativo, y sobre todo, una composición de elementos jugables donde todo está equilibradamente dispuesto, y que consigue que no te puedas despegar del mando hasta haberlo terminado. Y si encima, detrás de esto está la Konami de mediados de los años 90, en pleno apogeo de su gloria, no hay más que cartas ganadoras sobre la mesa. Adoptando la estructura narrativa de Front Mission, cogiendo parte de la jugabilidad de Fire Emblem, fijándose en la complejidad argumental de Ogre Battle, y apostando por unos combates muy dinámicos al estilo Shining Force, además de aportar conceptos propios, Vandal Hearts, junto con Arc the Lad, fue uno de los juegos más representativos y valorados de la primerísima hornada de Tactical RPG para Playstation. Aproximadamente un año después, a finales de 1997, los usuarios de Saturn tuvieron su conversión, aunque solo en el mercado japonés.


En cuanto a extensión y detalle de la narrativa, el género ha evolucionado todo un mundo desde los primeros ejemplares en 8 bits. Si a aquellos les bastaba con tan solo unas pantallas sueltas y unas pocas líneas de texto para ponernos en situación, con el paso de los años ha cambiado el enfoque de manera que el trasfondo argumental ha ganado casi tanta importancia como las propias batallas. Así, un Tactical RPG con una historia rítmica, apasionante y profunda consigue que el jugador se sumerja todavía más en las partes de combate, que comparta las inquietudes y sensaciones de sus protagonistas, que esté ávido de conocer el siguiente eslabón. Este es, exactamente, el caso de Vandal Hearts, que nos invita a vivir una trama socio-política histórica compleja pero que, al mismo tiempo, avanza con fluidez sin escatimar en detalles, sucesos y elementos, que van alimentando el interés a cada paso, aunque también tenga sus agujeros y claroscuros. Nos sitúa en el corazón del continente de Sostegaria, en la República de Ishtaria, instaurada tiempo atrás tras una revolución llevada a cabo por el pueblo, hastiado de ver cómo la falta de principios y la dictadura carcomían el otrora justo gobierno de la dinastía Ashah. Pero, tras un tiempo al frente, los nuevos mandatarios empiezan a caer en un nuevo pozo de mentiras y corrupción, como si de un ciclo que forma parte inevitable de la naturaleza humana se tratase. Vuelven a oírse ecos de guerra, de sublevación, de traiciones que despertarán al mismo tiempo locura y despiadada sed de poder. Ash, nuestro héroe, liderando el escuadrón de defensa ciudadana, se embarcará en una misión que le llevará a descubrir hasta dónde alcanza la magnitud de la conspiración. El guión fue elaborado por el polifacético (escritor, diseñador y productor) Nobuya Nakazato. A pesar de su estimable cohesión, no alcanza los niveles de intensidad y capacidad de impacto de otros, como el de Tactics Ogre o Final Fantasy Tactics, ni tampoco su descarnada emotividad, aunque sí nos deja escenas, mediante las cuales se desarrollan los acontecimientos, de gran calidez y belleza, tanto visual como emocional, a veces en la noche, bajo la lluvia o en interiores, en forma de pesadilla o romance, de traición inesperada, de revelaciones íntimas o de recuerdos traumáticos, e incluso resuelve con inteligencia alguna paradoja temporal. De este modo, se van forjando las personalidades de los personajes, algunos realmente interesantes como Kira, Zohar o Dolf. En pos de ampliar el contexto, también podemos obtener información en las tabernas. El sentido del humor, como suele ser habitual en este tipo de juegos, enmudece en favor de la representación del drama y la crudeza de la guerra.


Evidentemente, a nivel técnico sí se aprecia claramente ese salto generacional de consola. Tanto los entornos donde se celebran los combates, como aquellos que sirven de escenario a las secuencias históricas, fueron íntegramente creados con polígonos en tres dimensiones, completando la oferta visual con sugerentes cinemáticas en FMV que nos meten en contexto, y las siempre (para mí) reconfortantes y entrañables pantallas estáticas pre-renderizadas que plasman las ciudades, sus tabernas y el dojo. Sin embargo, todos y cada uno de los personajes presentes en el juego permanecen en unas brillantes y detalladas 2D. Lo primero que salta a la vista es el particular dibujo de estos últimos, con unos rasgos y facciones muy poco comunes y muy diferenciables, cercanos tanto al cómic como a la aventura gráfica clásica, todo ello obra de Hiroshi Kyomasu, un artista con un currículum sorprendentemente poco abultado, en contraposición a la calidad y la tremenda personalidad que imprimió a sus creaciones en este Vandal Hearts. Y esto también se extiende a los diseños de los atuendos de cada una de las clases de cada personaje, todos ellas únicas y de gran gusto. A la hora de funcionar todo, en conjunto, a través del movimiento, tal vez se aprecien cosas bastante mejorables, como que la integración de los sprites en las bases poligonales no es siempre del todo consistente, o algún que otro baile de texturas, pero el gran trabajo realizado con la cámara, con una movilidad continua y virtuosa, suaviza estas carencias, nos ofrece una eficiente perspectiva isométrica para un mayor rango visual, y nos permite disfrutar, con distintos ángulos y niveles de zoom, del festival que son los combates en tiempo real, de unas animaciones que, aunque no son demasiado fluidas, sí son muy elocuentes, de explosiones, de esos espeluznantes chorros de sangre al acabar con un rival, de las magias de puro pixel art, efectos de iluminación, y por supuesto, de las decoraciones de los escenarios. En ellos, encontramos otro de los aspectos más positivos en este campo, su variedad es incontestable, y eso es algo muy importante en virtud de ir refrescando la motivación del jugador, disputando combates en ciénagas, templos, bosques, desiertos, áreas rocosas, en medio de pueblecitos con mucho encanto o incluso sobre un navío pirata o un tren de mercancías, siendo estas últimas dos de mis campañas favoritas. Sus elementos encajan de maravilla, desde fuentecitas o molinos, ríos y colinas, hasta fortines o cascadas, reforzando esa entonación medieval. Tanto para las escenas argumentales, que se desenvuelven en espacios más limitados e íntimos, como para los campos de batalla, se emplearon fondos en movimiento que, a pesar de que algunos resultan algo planos, cumplen con su función de eliminar la posible sensación de vacío.


Teniendo en cuenta la notable variedad de escenarios que contiene la aventura, no nos equivocaríamos del todo al presumir que dicha variedad también se extiende, aunque en menor medida, a todo el score presente en Vandal Hearts. Aunque tal como suele suceder en muchos exponentes del género, estilísticamente está algo encasillada en tesituras bélicas, con multitud de marchas militares y orquestaciones densas, no descuida del todo la melodía, que es precisamente el nexo con esa diversidad. Lo primero que sorprende, y que llega a ser uno de los temas más carismáticas y entrañables de este RPG, es la melancólica y étnica canción tarareada por la cantante croata Jadranka Stojaković (de la cual, posteriormente, habrá otra versión instrumentada) en su idioma. Un tema que quedaría como anillo al dedo a juegos como Panzer Dragoon Saga o Chrono Cross, y que sugiere un misticismo y un cariz etéreo que quizá aquí no existe del todo, pero es, con diferencia, el corte que más se sale de los esquemas, de entre los más de los 45, la gran mayoría con poderosas bases instrumentales formadas por todo tipo de instrumentos, destacando en protagonismo los de viento (metal y madera), tal como oboes, trompetas, flautas… que no solo se emplean en dar vida a composiciones bulliciosas, de esas que desprenden orgullo y altanería, sino también para piezas más vibrantes en emociones, más fluidas y melódicas. Como es de esperar

por la constancia de los combates, las primeras, sin embargo, son más abundantes, y en los momentos de tensión límite en la historia, nos veremos arrastrados por la intensidad épica de sus grandilocuentes y recargadas orquestaciones, así como por cadencias mucho más tranquilas y medievales en ciudades. Tampoco faltará ese punto de profundidad extra en los momentos más sensibles, o esos estallidos de drama en los más electrizantes. En general, a nivel de tempos, de intensidades, de contrastes… todo está bien asignado y, sin embargo, me deja una sensación algo fría, de que le falta colorido, un carisma más perfilado y algo más de originalidad compositiva. Los artífices del trabajo musical fueron la compositora Miki Higashino, Hiroshi Tamawari (de lejos, quien más temas firmó), y Kosuke Soeda y Masahiro Yamauchi, autores de un tema cada uno. Ante lo que sí me quito el sombrero, sin un solo pero que valga, es ante los efectos de sonido. A parte de que no existe una sola acción sin sonorizar, su calidad es verdaderamente impresionante, su claridad es pasmosa, y su realismo y fidelidad a la hora de representar sonidos de puertas, puentes cayendo, golpes en el combate (el sonido al detenerlos con un escudo es una gozada), hogueras, grillos, búhos y cuervos, risas y voces de ultratumba, heridas mortales o esa dulce ocarina de Ash… es indiscutiblemente admirable.


Vandal Hearts, comparado con otros juegos del género más o menos contemporáneos, es un Tactical RPG bastante lineal en todas sus facetas. El mapa, por ejemplo, es poco más que una mera representación gráfica donde, como mucho, podremos llegar a escoger entre dos o tres destinos distintos, y rara vez se puede volver a lugares ya visitados. Algunos de esos destinos son las ciudades, en donde podremos renovar nuestro equipamiento (mediante menús simples, cómodos y poco sofisticados) o recabar pistas, y los otros son el verdadero núcleo jugable, los enfrentamientos, donde mayor tiempo invertiremos de las 40 horas (aproximadamente) que puede durar la aventura. En ellos, se sigue cumpliendo esta máxima de sencillez. Su mecánica y presentación son tremendamente clásicas. Porciones isométricas con todo tipo de obstáculos y cambios de rasante, y también con zonas que pueden dañar a los participantes o influir en sus atributos. El choque entre los equipos, a base de peleas cuerpo a cuerpo, larga distancia y/o magias, da bastante cabida a la estrategia y lo mejor de todo, con un ritmo ligero, adictivo y muy divertido. Con el paso de los capítulos en que está dividido el juego, se unirán al grupo, siempre de forma predeterminada, numerosos personajes, y evolucionando sus niveles, podremos acceder a cambios de clase, casi una veintena de estas, aunque muchas son excluyentes y la de Vandalier es secreta. No hay subtramas, pero sí una larga misión opcional activable mediante la recolección de distintas llaves por los mapeados. Desgraciadamente, es casi imposible completarla sin una guía, y para una vez que el juego intenta salirse de ese encorsetamiento general, lo hace desmesuradamente. No negaré que algunos momentos o misiones concretas haya conseguido sacarme de quicio, pero pese a la implacable forma de proceder de los enemigos (no perdonan una…), y salvando algunas campañas que pueden parecer una broma cruel, la dificultad es desafiante, pero muy agradecida y moderada, por varios motivos que para mí elevan enormemente su jugabilidad: uno de ellos es poder recomenzar las batallas en cualquier punto, y otro, mejor aún, es la existencia de un (solo) slot para salvar en ellas, que se debe usar con precaución. Ambas pueden ahorrarnos horas de tedio por repetir una y otra vez desde el principio toda la contienda. Si a esto añadimos que la curva de dificultad está bien diseñada, y que las muertes no son permanentes, para mi gusto queda como un producto final muy equilibrado. Su aporte jugable más interesante es que los objetivos en las campañas van mucho más allá de eliminar a todos los enemigos, y en todas existe algún hándicap exclusivo, como terminar en determinado número de turnos, evitar la huida del enemigo, tratar de no matar inocentes o sencillamente, sobrevivir y escapar.


Todo lo dicho tal vez os forme la idea de que Vandal Hearts pueda ser una buena opción para quien busque iniciarse en el género, pero también de que sea un juego demasiado limitado. Pero en realidad, ¿son su progreso y mecánica tan lineales aspectos necesariamente negativos? Depende de cómo se mire, y de los gustos de cada uno. Para mí, desde luego, no lo son. Porque no siempre tener a disposición una tonelada de opciones, de posibilidades, de caminos alternativos en múltiples aspectos implica mejor juego. A veces, simplemente dejarse atrapar y conducir por una buena historia unidireccional y dedicarse a disfrutar sin más de los acontecimientos, sobre todo si estos fluyen a buen compás, puede ser más gratificante que pasar horas y horas frente a enrevesados menús, o ante mil formas distintas de enfocar evoluciones y estrategias. Y si buscamos algo más rebuscado e ilógico, siempre podemos encontrarlo en forma de llaves secretas u objetos escondidos por el mapeado.



- Lo Mejor Del Juego: Combates ágiles y divertidos, que se pueden recomenzar. No hay muerte permanente. Su dificultad es estricta, pero razonable. Los efectos sonoros. Una historia elaborada.

- Lo Peor Del Juego: No poder volver a lugares ya pasados. Algunos considerarán muy limitadas las opciones de evolución y las mecánicas en general. La sidequest es demasiado perdible.

----OTROS ANÁLISIS RECOMENDADOS----

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La Música de este RPG

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Aunque no es la primera vez que me sucede esto con un Tactical RPG, dada la naturaleza de estos, la banda sonora de Vandal Hearts me ha parecido un tanto repetitiva y carente de highlighs que te transmitan un nivel extra de sensaciones o demasiadas sorpresas auditivas. No obstante, su calidad en sí es buena (más la compositiva que la sonora), y existen un buen puñado de temas que, sin ser ninguna revelación transcendental, ambientan lo suficiente, y complementan bien la tensión que se vive en los combates, o esa sensación de sosiego en algunas escenas más personales.

Ruins (Temple of Oroi Lake). Composición de aires bélicos que, si bien no cuenta con bases especialmente recargadas como otros, emplea instrumentos bastante inusuales en el conjunto, como esos órganos que forman el sustrato para la melodía principal, o esos golpes secos de vientos graves que le dan un aire bastante oscuro, casi de réquiem, reforzado todavía más por esa cadencia que a veces parece también una marcha mora, aunque carece de cualquier tipo de percusión. Lo mejor, para mí, ese cambio de escala y subida de intensidad casi llegado el minuto de canción.



Ocean (Pirates). Otro tema todavía más guerrillero que el anterior, ahora sí, con la clásica percusión de una marcha militar, redobles, timbales y platillos que la hacen todavía más rimbombante y poderosa. Tal vez no tenga la personalidad idónea para encajar en un ambiente pirata, pero sí unos vaivenes melódicos muy acentuados que nos pueden recordar a un velero navegando la alta mar. Los omnipresentes vientos, muy bien combinados entre ellos, son armoniosos y potentes al mismo tiempo, creando melodías de esas que desprenden orgullo y épica a raudales.



Byone days 2 (Jose's revelation). Único tema en esta selección personal compuesto por Miki Higashino, pero tema precioso donde los haya. En él, Higashino vierte toda su sensibilidad mediante tan solo unas pocas líneas musicales, empleando vientos de madera con crecidas y bajadas de intensidad emocional, con una base musical y un tempo sosegado, relajante, de esos perfectos para acompañar las situaciones más personales que se dan en el juego. Me habría gustado escuchar más de este tipo. Jose, por curiosidad, es Diego en las versiones europeas y americanas.



Trade City Kerachi (Trade merchant Kulz). Esta también es una de esas composiciones muy calmadas, pero con otra esencia muy distinta a la anterior, con más matices instrumentales y una melodía un tanto extraña pero muy efectiva, que ambienta a las mil maravillas la ciudad de Kerachi, y que además, no deja de evolucionar a distintas texturas gracias a los instrumentos que se van añadiendo, percusiones, más vientos, alcanzando cierta complejidad en su parte final. De entre todas las de este tipo, ha sido la que más me ha gustado. Tiene cierto aire ensoñador irresistible.



Warlock (Confrontation with warlock Belasko). Una de las piezas 'gordas' de la OST, una de las cúspides en cuanto a nivel instrumental y compositivo. Su inicio denso, amenazante, ya resulta enormemente atractivo, los clímax de intensidad que alcanza son fascinantes, especialmente gracias a esa escandalosa percusión, y una vez más esos vientos, mejor empleados que nunca, forman melodías tensas y tajantes, tanto con sonidos agudos como con graves, con cambios de ritmos súbitos y notas cortadas. Esta, al contrario que muchas del estilo, sí rebosa personalidad.



Burning sorrow (ending). Esta es concretamente la canción tan especial de la que os hablaba en la parte musical del análisis, en su versión extendida, la que suena durante el ending. He escogido esta porque representa mejor todavía el talento y la poderosa y profunda voz de la croata Jadranka Stojaković (que, desgraciadamente, nos dejó en el 2016), comenzando a capela el tema. Y cuando entra la sección instrumental... es difícil no emocionarse con ella, porque la melodía que forma todo en conjunto es absolutamente preciosa y evocadora, tremendamente épica y sensible.