Final Fantasy VIII (Playstation, J-RPG)

Consiguieron traspasar todas las fronteras habidas y por haber. Llegaron con él hasta donde ningún otro videojuego del género había logrado llegar, abriendo las puertas a la verdadera edad de oro del J-RPG en todo el mundo. Los de Squaresoft, con su Final Fantasy VII, hicieron correr ríos de tinta en todo tipo de prensa que se transformaban automáticamente en algunas de las mejores críticas en la historia de los videojuegos. Pisaron la cima. Tocaron el cielo. Llevaron la serie a un nivel de expansión y reconocimiento inimaginables. Y tal como era lógico, en la vorágine de tan desbordante éxito, a sus creadores les llegó el momento de pensar: ¿y ahora, qué? La pregunta no tenía respuesta fácil. Miles, millones de jugadores habían sobrepasado el éxtasis con la séptima entrega de la saga de RPG más celebrada del mundo, y tenían sus exigentes miradas milimétricamente fijadas en lo que iba a ser su sucesor, al mismo tiempo que se cuestionaban si realmente, a pesar de la consabida e inmensa calidad de cualquier producto que viniese de Square, existiría algo que pudiese hacer sombra a lo que muchos siguen considerando a día de hoy como el mejor J-RPG de todos los tiempos.

El título del juego que acabó por disipar todas esas dudas era obvio casi desde el principio: Final Fantasy VIII. Su contenido… no tanto. Y es que si por algo era conocida la vieja Squaresoft era por dotar de una calidad soberbia en todos los apartados a cada una de sus criaturas, pero había otro factor clave, tan complicado o más de llevar a cabo que el anterior: mantener ese delicado y a veces efímero equilibrio entre la innovación más sorprendente y vanguardista y la conservación de la esencia misma que siempre ha iluminado esta serie. Esa mirada progresista y conservadora al mismo tiempo ha funcionado estupendamente en muchas ocasiones (como los jobs en la tercera entrega) y en otras no tanto, como el sistema niveles de Final Fantasy X. Obviamente, para gustos colores. Pero algo sobre lo que pocas dudas caben es que Final Fantasy VIII fue, posiblemente, el capítulo que más quiso romper con lo establecido. Y es que lejos de aletargarse en la comodidad de los moldes creados para el séptimo juego, Squaresoft le dio vuelta y media de tuerca a prácticamente todo. Sin embargo, a pesar del cambio radical en algunos sistemas y mecánicas, en otros aspectos se puede intuir que hay algo de anteriores Final Fantasy que también quedó reflejado en él. Manifestaciones de la conducta y las motivaciones humanas, como los conflictos políticos, la revolución o una tecnología casi retrofuturista, es algo que ya se dejaba entrever en Final Fantasy II, mientras que otros elementos introducidos, como las brujas, las distorsiones temporales o el Triple Triad fueron algo refrescante. Y gracias a la combinación de tres grandes mentes como las de Kazushige Nojima, Tetsuya Nomura y, por supuestísimo, el gran Yoshinori Kitase, la octava entrega gozó de uno de los guiones más profundos, complejos y abiertos de toda la saga.

El objetivo de Squall Leonheart es convertirse en SeeD mediante sus estudios en el jardín de Balamb, una de las tres grandes instituciones de este tipo existentes. Cumpliendo las misiones asignadas y escalando en rango, muy pronto él y sus compañeros se encontrarán cara a cara con la misión para la que fueron creados estos jardines: aniquilar toda presencia de las brujas en el mundo, seres malévolos con gran dominio de la magia negra. Al mismo tiempo, en la época en la que transcurre la acción se respira una gran tensión política, debido mayormente a las crecientes aspiraciones imperialistas del país de Galbadia, cuyo tirano gobernador está dispuesto incluso a asociarse con una de las brujas en pos de llevar a cabo sus planes. El juego tiene un estilo narrativo bastante particular, que en ocasiones nos generará más incógnitas que respuestas, y que requerirá de una buena dosis de intuición para desenmarañarlas. Y tampoco pretendo afirmar que la estructura y coherencia del argumento sean perfectas, ya que se puede detectar algún que otro vacío narrativo y tal vez el querer abarcar tantos elementos (política, magia, saltos temporales, relaciones personales, conciencias suplantadas, viajes espaciales…) fuese excesivamente ambicioso, pero lo arriesgado y original de su propuesta ya merecen de por sí una sentida reverencia. La enorme cantidad de personajes y sus absorbentes personalidades nos cautivarán prácticamente a simple vista, desde la alegría innata de Selphie, el carácter orgulloso de Seifer, la inseguridad de Quistis o el contagioso optimismo de Rinoa, sin duda una de las mujeres más hermosas aparecidas en cualquier RPG; pero si en este aspecto hay algo que despunta, es cómo se nos muestra la transformación emocional, la evolución de los sentimientos de nuestro héroe, tanto a la hora de empatizar con el resto de los personajes como a nivel de introspección personal: algo realmente fascinante.

Y creo que precisamente esta era la impresión que quería transmitir Final Fantasy VIII, empezando por ese logo en el que, literalmente, se funden los cuerpos de Squall y Rinoa. Sin escapar por completo de la atmósfera de fantasía clásica de la saga, adoptar una perspectiva más seria y adulta en la que sentimientos como la introversión, el amor y las relaciones personales afloran con una fuerza y belleza maravillosas, en el momento perfecto, y con la intensidad deseada. No solo nos transmite a través de sus diálogos o de las acciones de nuestros protagonistas, ya sea en tiempo real o mediante los asombrosos gráficos en FMV con los que el juego nos premia continuamente. Su grito de empatía emocional también nos llega a través de incomparables estampas, las que forman lugares como el bucólico y encantador pueblecito de Winhill (mi absoluta debilidad) con sus casas antiguas, Fisherman’s Horizon, Timber con sus callejuelas de estilo claramente europeo o esa soledad que se respira en las silenciosas calles nocturnas de Deling, y que contrasta con el bullicio de sus avenidas comerciales llenas de luces y vida. Y de los interiores, se puede decir que encantarán especialmente a los que todavía somos fans de los decorados pre-renderizados. También revivir ciertas escenas ha sido un indescriptible placer. El mítico baile de graduación en el que conocemos a la deslumbrante Rinoa, el concierto, los sueños, el enfrentamiento con Edea… pero sin duda me quedo con dos de ellas que me atraviesan el alma: una es aquella en la que visitamos el orfanato en el que nuestros personajes pasaron su infancia: una profunda melancolía en tonos sombríos nos envuelve al pisarlo por primera vez y contemplar embobados la forma en la que se plasman los más íntimos recuerdos. La otra es la que transcurre en el exterior de la nave, ese tenso y emotivo rescate sin música, sin gráficos, solo el infinito espacio y dos cuerpos vagando por él, de una belleza y potencia emocional absolutamente sobrecogedora, también gracias a esa preciosa composición que suena después. Tema aparte merece el diseño de los personajes, que deja en pañales a lo visto en Final Fantasy VII, entre otras cosas por su aspecto más realista e íntegro. Simplemente con observar el dinamismo y calidad de sus texturas, sus modelados, sus fluidas e increíbles animaciones, su definición… podremos dar respuesta a la pregunta de por qué Playstation fue la mejor consola de su generación (y lo afirmo como amante fiel de Nintendo 64). El recorrido del juego será un salto tras otro de postal en postal. Gigantescos decorados, puentes de fábula a la luz de la luna, colinas nevadas, palacios… y sin ir más lejos, los enfoques de cámara empleados para mostrar cada pantalla ya son en sí mismos una gozada con alma cinematográfica. Para terminar, me gustaría destacar especialmente el castillo de la bruja Artemisa: sus amenazantes gárgolas, su gigantesco reloj, su tenue iluminación y sus escalinatas son pura poesía gótica y arte gráfico en todo su esplendor.


Por supuesto la música también juega un papel fundamental en esa fuerza transmisora intrínseca al juego, y logra crear un caparazón emocional que aísla a juego y jugador del resto del mundo, algo que en mi caso ha sucedido durante más de 110 horas. Nunca se puede dudar del resultado final del trabajo de un genio tan infalible y reconocido como Nobuo Uematsu. Para construir la banda sonora de Final Fantasy VIII se hizo uso, casi en exclusiva, de pistas grabadas, relegando al chip de sonido de Playstation a efectos sonoros y algún que otro arreglo. No solo cuenta con unas orquestaciones impresionantes, sino que además estas conviven en perfecta armonía con las melodías más sensibles, haciendo que todas y cada una de ellas resulten enormemente conmovedoras, tal como exige un juego de esta naturaleza. La línea musical predominante consta de cortes más bien suaves, en los cuales encontramos un trasfondo grueso sobre melodías llenas de sutileza, que se adaptan de perlas a cada una de las situaciones, pero también se arriesgó al colocar algunas sorprendentes en momentos o lugares inesperados. Una banda sonora principalmente homogénea pero al mismo tiempo variada en matices e instrumentos al encontrarnos unos toques de violín por aquí, unos clavicordios por allá, o unos bajos incipientes que prácticamente lo significan todo en aquellas más oscuras y misteriosas. Otros temas han quedado, directamente, para la historia de la saga. Inolvidable ese vals que suena en el baile de graduación, o esos coros deslumbrantes que forman uno de los temas principales, que a su vez, como ocurre con otros, obtiene múltiples variaciones que complementan aún más el espectro musical, por ejemplo, los temas Love Grows, Julia o My mind contienen fragmentos de la maravillosa Eyes on me, que además fue la primera composición cantada en hacer aparición en un Final Fantasy. La oscuridad general del juego está excelentemente arropada por temas que mantienen ese mismo espíritu, y qué mejores ejemplos que el castillo de Artemisa y su ambientación, las oscuras calles de Deling y esa ensoñadora melodía, o el mapeado general, como siempre acompañado con ese puntito de dramatismo en sus notas marca de la casa. Los temas más luminosos y positivos se dejaron bastante al margen para la ocasión, aunque también podemos encontrarlos sobre todo en los pueblos, y son una auténtica delicia para escucharlos sosegadamente y dejarnos absorber por completo por paisajes con sus caserones, sus costas, sus placitas empedradas… Y si alguien piensa que Prelude desapareció de la octava entrega, también la encontrará, pero más escondida de lo habitual.

Dejando el final para aspectos más técnicos, numéricos y “terrenales” (algo que no me gusta demasiado, y además para eso ya hay decenas de webs que seguro que lo hacen mejor que yo) la pregunta del millón: ¿tan distinto es Final Fantasy VIII respecto a sus antecesores inmediatos? Pues, como he dicho anteriormente, no en su esencia general, pero realmente sí en el plano jugable, a nivel de evolución de personajes, de menús, y de características que uno daba por sentado en la saga. Uno de los aspectos más chocantes es que, tengamos el nivel que tengamos, siempre serán necesarios 1000 puntos de experiencia para llegar al siguiente, lo que es muy agradecido a la hora de evitarnos sesiones intensivas de horas de peleas. Pero no iba a ser tan sencillo como suena, porque los personajes apenas tienen poder por sí mismos, y necesitan estar enlazados a unos gigantescos titanes llamados Guardianes de la Fuerza, de quienes heredarán sus atributos, magias, ataques especiales… así que continuamente tendremos que estar controlando nuestras afinidades con ellos, las habilidades que deseemos emplear, las mejores magias para asociar al ataque o la defensa… entre muchas otras cosas, decenas de aspectos a configurar, lo que lo convierte en un juego bastante técnico en este sentido. Por suerte para quienes no nos gusta pasar horas cambiando y navegando por los menús, hay opciones para automatizar el proceso, pero sea como sea, es algo enormemente decisivo. En mi caso, aun dedicándole tiempo, los últimos jefes a los que me he enfrentado han resultado ser un auténtico infierno.

Me gustó la primera vez que lo terminé, hace ya casi 20 años, pero de esta segunda ocasión solo puedo decir que me ha fascinado hasta los huesos. Es un juego que además, por su intrincada trama en la que no siempre se desvela todo y existen algunas relaciones, orígenes, desenlaces y motivaciones de dudosa coherencia, dio lugar a las más diversas teorías por parte de los fans, alentadas por alguno de esos momentos engañosos y reforzadas por el ending... y este último es algo que merece capítulo aparte, porque su primera mitad, a pesar de que me encanta, me deja con bastante mal cuerpo. Algunas de las escenas FMV con las que nos despide el juego son dignas de las más escalofriantes pesadillas, desasosegantes, oscuras, perturbadoras al límite y con una ambientación casi terrorífica que parece obra del mismísimo David Lynch en uno de sus delirios oníricos más salvajes. Un final muy impactante para un juego que marcó profundamente a toda una generación.


- Lo Mejor Del Juego: El diseño de los personajes. Su historia, bastante sujeta a la interpretación. Su tono ligeramente sombrío. La dulce mirada de Rinoa. Los impresionantes decorados. El ending.

- Lo Peor Del Juego: No poder saltar las animaciones de las invocaciones. Ciertas incoherencias argumentales. Para mi gusto, demasiada carga de menús, a veces poco intuitivos.

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EXCLUSIVA

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Final Fantasy VIII, como no podía ser de otra forma, también cuenta con un buen cargamento de side-quest, tesoros extra y secretos escondidos. Aunque realmente no aportan prácticamente nada a la historia, son algo curioso para complementar la aventura y saciar nuestra curiosidad. Antes de enfrentar el final del juego, de repente me vinieron a la memoria aquellas guías de antaño, y comencé a buscar aquella tan impresionante que adjuntó la revista Superjuegos. Sorprendentemente me di cuenta, después de horas buscándola, que es imposible encontrarla en la red, así que eché mano de la mía, que conservo así de bonita, y decidí digitalizarla para compartirla con todos vosotros, también con el objetivo de preservar tan increíble documento. La guía vino en dos partes (si no recuerdo mal, en el número 92 de la revista) y os aseguro que es una auténtica MA-RA-VI-LLA, incluso me atrevería a decir que, como mínimo, igual de buena que cualquiera de las que se vendían en aquel momento. Contiene un nivel de detalle explicativo que asusta. Cartas, atributos, niveles, objetos, magias, historia, secretos... todo está perfectamente desguazado para nuestro regocijo. De hecho, para que os hagáis una idea de su magnitud, el mismísimo Bruno "Némesis" Sol afirmó en una entrevista que "los que se encargaron de ella no quisieron volver a hacer ninguna más". Con esta genialidad en mano, no tendremos ningún problema para llegar al 100% de este grandioso juego. La calidad de la digitalización no es perfecta, porque ni me dedico a ello, ni tengo los medios. Aun así, espero que sepáis apreciar el porrón de horas que he invertido en escanear, editar, formatear... y sobre todo, que la disfrutéis y le saquéis todo el provecho posible. Sin más preámbulos, aquí os dejo los enlaces de la gran Superguía Final Fantasy VIII, en exclusiva para El Pequeño Rincón de los Grandes RPG.

Descargar La superguía Final Fantasy VIII 1ª parte

Descargar La superguía Final Fantasy VIII 2ª parte

También os dejo, ya puestos, un tercer fascículo que incluyó la revista (este no lo he digitalizado yo, aunque también lo tengo) con impresionantes imágenes, tanto extraídas del propio juego como chulísimos bocetos dibujados a mano.

Descargar Especial imágenes Final Fantasy VIII

----OTROS ANÁLISIS RECOMENDADOS----

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La Música de este RPG

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Como muchos sabéis, actualmente (en el momento de escribir estas líneas) Nobuo Uematsu padece problemas de salud, así que desde aquí os invito a escuchar algunos de los temas que compuso para este increíble Final Fantasy VIII a modo de homenaje, y desearle desde El Pequeño Rincón de los Grandes RPG una pronta recuperación. Porque el mundo necesita genios como él. Un talento capaz de componer una banda sonora tan grandiosa como la que luce este Final Fantasy VIII merece absolutamente toda nuestra devoción y nuestros ánimos.

Succession of witches. Es una de tantas variaciones de uno de los temas centrales del juego: Fithos Lusec Wecos Vinosec, pero esta en particular es mi favorita por su variedad musical. No se puede negar que el principal atractivo son sus inquietantes y majestuosos coros, pero también el excelente uso de clavicordios y pianos, que refuerzan todavía más esa oscuridad que baña su melodía. También los vientos y las orquestaciones de fondo pasan a formar parte de él en determinados momentos.



Fisherman's Horizon. Casi me he tenido que pelear conmigo mismo para decidirme a escoger uno de los temas que ambientan nuestra visita a los diversos pueblos del juego, la mayoría de ellas con una cadencia muy similar, melodías muy suaves que acarician nuestros tímpanos y que transmiten una sensación de serenidad única y un uso de instrumentos escueto pero tremendamente apropiado. Esta me parece un ejemplo perfecto, y además me he decidido por ella porque recuerda muchísimo al espíritu de otras entregas.



Waltz for the moon. De ninguna forma podría haber obviado este pedazo de tema en esta pequeña selección que siempre hago. Y es que más allá de su ensoñador ritmo de vals, más allá de que su melodía es de una personalidad gigantesca (incluso algo extraña, si se me permite decirlo, en sus primeros compases), su grandeza también radica en el hecho de acompañar uno de esos momentos tan poderosos que se quedan para siempre jamás en la memoria de quien haya jugado esta auténtica maravilla de RPG.



Martial Law. En esta ocasión me escapo de la tónica general con un tema que seguramente alguno no incluiría en su selección personal. La razón de hacerlo es que, aunque escuchando este tipo de composiciones de forma independiente al propio juego no aporta demasiado, en conjunción con él crean una atmósfera increíblemente arrebatadora, que te hace fundirte de lleno con el entorno. Sus bajos, sus teclados, su percusión casi etérea... nos transportan a las oscuras calles de Deling en un suspiro.



The Castle. Si ya he dicho antes que el castillo de Artemisa ha resultado ser uno de los lugares que más me ha enamorado, no iba a ser menos su música. Al principio impacta bastante su aura positiva, sus vientos agudos y armónicos... pero pronto llegan esos órganos que rompen en pedazos esos tonos edulcorados, sumiéndonos en el opresivo ambiente de este castillo maldito. A partir de ahí, cada nota nos golpeará con fuerza, especialmente cuando se van acelerando, llegando casi a rozar esquemas progresivos.



Eyes on me. Final Fantasy hizo grandes y numerosos aportes a la saga. Uno de ellos fue incluir la primera canción cantada. Y la prodigiosa y dulce voz de la cantante china Faye Wong es capaz de obrar proezas en nuestras emociones, especialmente cuando la escuchamos en la recta final del juego o en esa odisea espacial tan maravillosa capaz de ponernos los pelos como escarpias. Es muy melódica y emotiva, por lo que le va como anillo al dedo a una aventura tan emocional como Final Fantasy VIII. Fue sin duda, el broche de oro definitivo.